lunes, 16 de mayo de 2011

Todas las cosas parecen complejas hasta que las simplificamos… Vale?!

Revista Espacio Humano

Nº 122 – Setiembre/2008 – p.54 

Te lo enseñan los canguros: el bebé recién nacido mide apenas centímetros, y termina de gestarse ya fuera de la placenta, en la bolsa que su madre tiene en el abdomen (marsupia). Cuando está más crecidito, comienza a salir al mundo; explora, y cada vez que teme o se cansa, vuelve rápidamente a refugiarse en la bolsa de su mamá. Pero hay un día, un día bien puntual... en que la madre canguro hace algo diferente: cuando su hijo se asusta por algo, o busca saltar a la comodidad de la bolsa materna... ella contrae los músculos de su marsupia de manera tal que, a partir de ese día, no le permite ya nunca más entrar. Es su modo de decirle: "No vuelvas atrás: estás listo para el mundo. Busca TU PROPIA VIDA.

”La vida de todo hombre es un camino hacia sí mismo, la tentativa de un camino, la huella de un sendero. Ningún hombre ha sido nunca por completo él mismo; pero todos aspiran a llegar a serlo, oscuramente unos, más claramente otros, cada uno como puede. Todos llevan consigo, hasta el fin, viscosidades y cáscaras de huevo de un mundo primordial. Alguno no llega jamás a ser hombre, y sigue siendo rana, ardilla u hormiga. Otro es hombre de medio cuerpo arriba, y el resto, pez. Pero cada uno es un impulso de la Naturaleza hacia el hombre. Podemos comprendernos unos a otros, pero sólo a sí mismo puede interpretarse cada uno."(H.Hess)

Pues si te vale es que me estás diciendo que es algo que valoras, que le das valor, que es un valor para ti.

Por los tiempos que nos toca deslizarnos y, claro, vivirlos… siento y pienso que es importante que hablemos de nuestros valores. Porque ¿qué duda cabe que todos valoramos, que todos tenemos valores?  Según los padres  que nos acunaron o aquellos que adoptamos o nos adoptaron,  todos respondemos a una cultura, a una tradición.

Pero aquello que te identifica son los Valores que elegiste transitando tu madurez. A eso me refiero cuando digo siento y pienso. Significa que me hago responsable, consciente, de conocer profundamente sus significados y, a partir de ello integrarlos en los actos de mi vida. Hacerlos carne, mostrarlos…


Mostrarlos sin pancartas, sin guerras ni guerrillas, sin terrorismo. Mostrarlos para decir aquí estoy, yo soy ese(a) que aparece.
La mayoría de las veces, al comunicarnos, damos por sentado que aquel con quien hablamos escucha y entiende el mensaje. Sobre todo si nos responde y la charla se desliza sin pausa. Pocas veces verificamos la mutua comprensión y transcurrido el tiempo -pueden ser horas, minutos, días o años!- nos enojan los malentendidos.

Te cuento que hay formas, métodos, gestos que valen para imprimir tu  significado en el otro y también para trasmitirlo. Digamos formas facilitadoras o paralizantes, métodos democráticos o autoritarios, gestos que invitan, transparentes o que rechazan, cortantes.

Acentuando la transparencia y la certeza de la acción fluimos
irremediablemente hacia la realización de nuestros proyectos.

Si hasta aquí todo VALE!!  Entonces prosigamos.

Pasar mis valores -mis motivaciones, mis creencias- por un nuevo tamiz, mirarlos y guardarlos reconociéndome en ellos para lograr un objetivo: de eso se trata. Y digo posiblemente  porque son muchos los factores que innegablemente entran en juego para la concreción de una realidad, de un hecho. Sin embargo estoy convencida que el poder personal de la certeza, de la impecabilidad es el factor más poderoso.

Si pretendemos dejar una huella para que las generaciones futuras  valoren nuestro legado, es válido tener en cuenta que no  serán sólo los historiadores quienes registrarán los hechos que valen. También  los arqueólogos, los antropólogos, los artistas serán los que buceen y den significado a las muestras de nuestra existencia, pero esencialmente nuestro ADN es el que  transportándose a través de los genes de aquellos que nos sucedan será el que  pujará persistente e irremediablemente  para  hacer realidad el sueño de la transformación.

Todas las motivaciones humanas están basadas en el propio interés. Algo nos motiva sólo cuando nos beneficia de alguna manera. ¿Y qué hay del bien común? ¿Es que las acciones que apoyan al bien común también están basadas en el propio interés? Sí, pero la persona que tiene ese interés es una persona distinta. Es una persona que trasciende el egoísmo; con un sentido ampliado de identidad. Es una persona que se identifica con la familia, con su comunidad, con la organización para la cual trabaja, la sociedad y el planeta. Es una persona que se reconoce parte de una red que relaciona a toda la humanidad y a todos los organismos vivientes. En terminología psicológica  y/o gerencial, es una persona con una perspectiva sistémica. En terminología espiritual, es una persona que está en contacto con su alma.

Todas las acciones humanas intentan satisfacer una de cuatro necesidades: físicas, emocionales, mentales o espirituales. Estas necesidades se corresponden con nueve motivaciones humanas básicas. Nuestras necesidades físicas primarias son satisfechas cuando cuidamos de nuestra seguridad y nuestra salud. Nuestras necesidades emocionales básicas son satisfechas cuando tenemos relaciones personales firmes (amigos y familia) y nos sentimos bien con nosotros mismos (autoestima). Nuestras necesidades mentales básicas son satisfechas a través de los logros intelectuales o educativos y nuestro crecimiento personal. Y nuestras necesidades espirituales son satisfechas cuando desarrollamos actividades que le dan sentido de misión a nuestra vida y nos permiten contribuir al bien común mediante un servicio que mejora la humanidad o el planeta. Encontramos nuestra realización personal cuando logramos satisfacer nuestras necesidades



Espirituales
  • Ser útil
  • Dejar una huella
  • Abrazar una causa

Mentales
  • Transformación
  • Realización y logro

Emocionales
  • Diferenciación
  • Pertenencia

Físicas
  • Seguridad
  • Fisiológicas


Hay una diferencia importante entre las primeras cinco motivaciones y las últimas cuatro. Las primeras cinco satisfacen nuestras necesidades como individuos. En estos niveles de motivación, la autoestima se obtiene externamente: de aquello que poseemos, de las personas a las que conocemos, de nuestra inteligencia y de la admiración y el respeto de nuestros amigos, familiares y colegas.

El crecimiento personal no se satisface en el mundo externo sino en el interno. El crecimiento personal es un viaje hacia la autorrealización que permite librarnos de nuestros temores para que podamos ser todo lo que podemos ser. Al aprender a comprendernos y a entender nuestras motivaciones más profundas dejamos de basar nuestra autoestima en lo que los demás piensan acerca de nosotros y comenzamos a construir autoestima sobre lo que sabemos de nosotros mismos. Esto nos permite ser quienes realmente somos y tener un mayor sentido de la responsabilidad. Ya no culpamos a otros por nuestras desgracias. Este nuevo sentido de la responsabilidad personal nos exige que cuestionemos nuestros valores anteriores y busquemos nuevos valores que nos ayuden a elegir mejor. Este es el proceso de transformación personal.

Al progresar en la transformación personal comenzamos a reconocer la importancia de las relaciones. Ya no nos interesa controlar a otros sino apoyarlos en su desarrollo. Al aprender a cuidar a quienes nos rodean, desarrollamos un sentido ampliado de nuestra identidad. Cuidamos aquello con lo que nos identificamos porque se vuelve parte de nosotros. Cuando nos identificamos con nuestra familia, cuidamos de su bienestar. Cuando nos identificamos con nuestro trabajo, nuestra empresa u organización, nos importa que tenga éxito. Cuando nos identificamos con nuestra comunidad y nuestro planeta, nos convertimos en seres responsables social y ambientalmente. Nos ofrecemos como voluntarios para hacer del mundo un mejor lugar donde vivir.

Nos importan estas cosas porque esto es lo que somos en este nuevo sentido de identidad. Sentimos los éxitos y los fracasos de aquellos que nos importan como si fuesen propios.
Las últimas tres motivaciones –abrazar una causa, dejar una huella y ser útil -
se basan en el interés de este ser ampliado: el que se identifica con nuestra familia, nuestros colegas, nuestra organización, nuestra comunidad y el planeta. Los intereses de este ser ampliado son indistinguibles de los del bien común. Nuestras vidas adquieren un sentido de realización cuando ponemos nuestros talentos al servicio de esta identidad mayor. Cuando nuestros esfuerzos son apreciados y afectan al mundo de una manera positiva, sentimos que hemos hecho una contribución. Cuando esto pasa a ser el objetivo de nuestras vidas, entramos en la esfera del servicio. En estos niveles más elevados de motivación, nuestra autoestima ya no se obtiene externamente a través de la riqueza, el status o la belleza; se obtiene internamente a través de la contribución que hacemos. A menudo le pregunto a las personas: “Por qué contentarse con la felicidad cuando podríamos experimentar júbilo?” La felicidad proviene de la satisfacción de nuestras necesidades físicas, mentales y emocionales. El júbilo proviene de la satisfacción de nuestras necesidades espirituales. Este es el motivador humano más poderoso. Libera reservas de creatividad y productividad personal que no pueden ser logradas sólo en base a recompensas externas. Cuando satisfacemos nuestras necesidades físicas, emocionales, mentales y espirituales, logramos nuestra realización personal.


Bibliografía:“Liberando el Alma de las Empresas- Cómo crear organizaciones visionarias impulsadas por valores positivos. R.Barrett. SMS Editores.
Pensamiento Sensible: Virginia Gawel & Eduardo Sosa Directores del Centro Transpersonal de Buenos Aires,  http://pensamientosensible.blogspot.com

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